jueves, 24 de mayo de 2012

Vengo del cine: Elefante Blanco

Cada vez es más clara la impronta de Pablo Trapero. Desde El Bonaerense (2002) hasta Elefante Blanco, sus argumentos exponen las más crudas realidades de nuestro país. Lo excelente de sus películas está en esa capacidad de darle arte a lo tremendo, de contar la historia más desgarradora desde una estética limpia y natural. El secreto de su guión es esa cuota de extrema realidad: la vida misma ante tus ojos. Si a este talento le sumamos el brillo de un actor como Ricardo Darín, éxito asegurado. Es así como defino a Elefante Blanco.
Con el mismo dúo que Carancho (2010) y una novedosa incorporación extranjera, el trío protagonista sabe transmitir el claro mensaje de este film: el poder de la fe, el sacrifico de un compromiso y la dialéctica que conjuga dolor y alegría ante la intención de mejorar este mundo. Ricardo Darín como el padre Julián, Martina Guzmán como Luciana, una asistente social, y Jérémie Renier como el padre Gerónimo.
Distinguir ficción y realidad en una película como ésta es imposible. La historia transcurre en una villa miseria  en las afueras de Capital Federal, Buenos Aires. Se trata de la Villa 15, donde yace, a medias y ya olvidado, el edificio Elefante Blanco. Su destino era convertirse en el Hospital más grande de Latinoamérica. En su gestión, desde 1938, estuvo Perón y otras tantas promesas de la política que no concretaron nada. Lo que sería un gran avance para la sociedad y bla bla, no es más que un edificio destruido, cubierto en polvo y usurpado por familias en su mayoría indigentes. En el corazón de la pobreza y  la delincuencia, Elefante Blanco es desilusión e ilusión a la vez, ya que los vecinos de la villa pretenden mejorar sus condiciones y construir a la par otras viviendas y manzanas. Un fuerte apoyo y contención de la Iglesia del lugar los motiva, no sólo desde lo espiritual sino desde la gestión con una constructora y la municipalidad. Ya se imaginarán la burocracia de esta situación, uno de los puntos de tensión de la trama.
Otro punto de tensión es la vida en la villa: narcotráfico, muertes, violencia, miedo. Infancias arruinadas, futuros negros. Ilusiones lejanas, esfuerzo y ganas de mejorar también son parte de este paisaje. El grupo de Curas Villeros lleva adelante la enorme misión de esperanzar a la gente, de mostrarles posibilidades y de  ayudarlos a descubrir, como en un proceso mayéutico, su propio valor y capacidad de proyección. Aquí es donde, como espectadores, tenemos esa fantástica posibilidad que nos da el arte, en este caso el cine: conocer y mejor aún, reflexionar. Y más! hay algo mejor que Trapero sabe lograr: cuestionarnos. Nada complace más que el cine que dispara preguntas, ese que nos hace viajar por sus escenas hasta enfrentarnos con nosotros. De verdad no encuentro mejor regalo y anoche, muy conmovida, salí del cine secándome las lágrimas.
La experiencia con Elefante Blanco es trascendental: supera el aquí y ahora de la película. Es emocionante no sólo lo que se ve en los personajes sino lo que genera. Además de los puntos claves de tensión que arriba mencioné, existe un tercero, terriblemente movilizador: la fe. Sabrán que el concepto de fe del que hablo excede al cristianismo. Hablo de fe como motor para seguir adelante, como alimento del alma, como energía interna generadora de fuerza y confianza. Fe guía, fe esperanza, fe salvadora. En honor al padre Mujica, un padre de escuela tercermundista que murió por su gente, la película reaviva, recuerda y enaltece la filosofía de vida de aquellos altruistas que se jugaron la continuidad de sus días por otros. Un dato más? expone, entre tanta verdad cruda y dolor, el sacrificio y esfuerzo que conlleva la vocación de servicio. La duda, el cansancio y el dolor golpean también a las almas más entregadas. Repito, la tensión del film es alta. Si la empatía juega en nosotros, se puede salir bajoneado.
Aplaudida en Cannes y con un récord de 152 mil personas en cuatros días en cines argentinos, Elefante Blanco  tiene las mejores críticas en el mundo del séptimo arte. La mejor de todas? la que genera en cada uno de nosotros al verla. 

En mi no hizo más que reafirmar un llamado al servicio. Manos a la obra.

El arte de hoy? preguntarte...Estás haciendo algo para mejorar este mundo?

Trailer.



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