miércoles, 4 de abril de 2012

Lindo loco, Oliverio.

Oliverio Girondo. Lo conocí una noche de estudiante en la docta, Córdoba. Yo tenía aires intelectuales y todas las ganas, como hoy y siempre, de conocer más, de crecer, de leer, ver, gustar y experimentar todo lo que pueda mi criterio considerar arte. Si bien en una cultural cátedra lo habían nombrado como miembro del movimiento ultraista*, no me acerqué a sus libros hasta esa noche, que una copada compañera, Keka, cayó a visitarme a mi monoambiente de Larrañaga al 300 con "Espantapájaros", de 1932. Se lo pedí y lo leí esa misma noche, todo, hasta la última página. Es más, me emocioné y le releí mis renglones preferidos a quien pude por esos días (deeennsa!). Recuerdo que el libro estaba bastante ultrajado, pobre. Se trataba de una edición estudiantil que me trae mucha nostalgia (si, tuve que devolvérselo).
Argentino, nacido en 1891. Era de Leo, imagínense: un atrevido en lo que a la poesía refiere. Viajado desde pequeño, se educó en escuelas europeas y toda la bocha. Un chico culto, de buen porvenir y algo flashero para la época, de acuerdo a lo que imagino, sé y leo de él. Como buen rompedor de moldes, crítico e innovador, formó parte de la primera vanguardia literaria argentina, el ultraismo*. Lo voy a hacer breve: un grupo de exquisitos escritores educados en el viejo continente (hasta entonces todo lo "bueno" se avalaba por ser extraido, copiado y adaptado desde Europa) con Borges a la cabeza sentaron las bases de una nueva poesía: pura metáfora, sintética, desprovista de adjetivos inútiles y sin rima. Si, claramente estos pibes no veían Bailando por un sueño.
Girondo, quien quiero presentarles o recordarles hoy, fue en sus principios ultraista. Después, sabe Dios. Creó una especie de propio género: ironía, crítica y absurdo para mi lo definen. Jugó con las palabras, lo cacofónico, el sentido y hasta la forma de sus poemas, creando figuras en su escribir (caligramas).                          
Uno de sus caligramas
Oliverio, chico chispita


Por qué me acordé de él? Porque anoche, charlando con una amiga, surgió un tema preocupante: saber decir que NO. Sepanlo, puede resultar difícil en ocasiones: un no a ese favor que te pidieron que sinceramente se te complica hacer, un no a esas actitudes que ves en otros y no te hacen bien, un no a los compromisos o promesas que cuestan cumplir, un no a lo que simplemente no querés, porque no y listo. A esto sumémosle aquellos no propios, los que son para nosotros mismos: no voy a repetir esta acción, juro que no; le digo no a tal cuestión o posición, no y basta de sentirme asi...me cansé, no de nuevo. En fin, saben muy bien de qué les hablo terrícolas, a todos nos pasó, nos pasa y nos seguirá pasando, espero cada vez menos. Me pregunto, es necesario llegar al tedio, hastío, hartazgo de una situación para que nos brote un contundente no? Sonará poco hot, pero prefiero dar un no precoz. Un no oportuno y sano y sanseacabó. Oliverio no estuvo excento de este síndrome, se hartó y en sus jugarretas poéticas, allá por los 30, escribió:

Cansancio

Y de los replanteos
y recontradicciones
y reconsentimientos sin o con sentimiento cansado
y de los repropósitos
y de los reademanes y rediálogos idénticamente bostezables
y del revés y del derecho
y de las vueltas y revueltas y las marañas y recámaras y remembranzas y remembranas de pegajosísimos labios
y de lo insípido y lo sípido de lo remucho y lo repoco y lo remenos
recansado de los recodos y repliegues y recovecos y refrotes de lo remanoseado y relamido hasta en sus más recónditos reductos
repletamente cansado de tanto retanteo y remasaje
y treta terca en tetas
y recomienzo erecto
y reconcubitedio
y reconcubicórneo sin remedio
y tara vana en ansia de alta resonancia
y rato apenas nato ya árido tardo graso dromedario
y poro loco
y parco espasmo enano
y monstruo torvo sorbo del malogro y de lo pornodrástico
cansado hasta el estrabismo mismo de los huesos
de tanto error errante
y queja quena
y desatino tísico
y ufano urbano bípedo hidefalo
escombro caminante
por vicio y sino y tipo y líbido y oficio
recansadísimo
de tanta tanta estanca remetáfora de la náusea
y de la revirgísima inocencia
y de los instintitos perversitos
y de las ideítas reputitas
y de las ideonas reputonas
y de los reflujos y resacas de las resecas circunstancias
desde qué mares padres
y lunares mareas de resonancias huecas
y madres playas cálidas de hastío de alas calmas
sempiternísimamente archicansado
en todos los sentidos y contrasentidos de lo instintivo o sensitivo tibio
remeditativo o remetafísico y reartístico típico
y de los intimísimos remimos y recaricias de la lengua
y de sus regastados páramos vocablos y reconjugaciones y recópulas
y sus remuertas reglas y necrópolis de reputrefactas palabras
simplemente cansado del cansancio
del harto tenso extenso entrenamiento al engusanamiento
y al silencio

Definitivamente harto, nos transmite esas ganas locas de mandar todo a la lindisima megda, no? Háganlo entonces! No hay desmotivo mayor que hacer las cosas contra nuestra voluntad o por compromiso. Basta de chantajes, manipulaciones y otros cansancios del demonio, jiji!
Sería injusto concluir este post sin repasar este poema contraste del autor. La ciclotimia a todos nos pasa, no? El arriba cansando ahora se muestra embriagado por los encantos de una chica etérea, por qué no una pelirroja como lo fue Norah Lange, su esposa? una especie de groupie de escritores, ya que las malas lenguas dicen que fue también noviecita de Borges.
En estas líneas se presenta como un despreocupado muchacho, cachondón y romántico. Para la época, osado y transgresor. Es genial, a leer.

No se me importa un pito que las mujeres...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Suficiente poesía por hoy. Oliverio Girondo esa noche del 2005 me atrapó, y hasta el día de hoy me entretiene y sorprende. Su poesía me parece llevadera, entendible, clara. Cada vez que leo este último poema me siento como María Luisa, del aire, liviana y contenta sin saber por qué, asi como soy. Efectos de la poesía, será? Livianita, con todos mis si y todos mis no bien puestos, me levanto, vuelo, y voy por un café (batido y sin azúcar, por si me invitan uno).
Sus obras: "20 poemas para leer en el tranvía" 1922, "Calcomanías" 1925, "Espantapájaros" 1932, "Interlunio" 1937, "Persuasión de los días" 1942, "Campo Nuestro" 1946 y "En la masmédula" 1953.

"Espantapájaros" es para regalar!

El arte de hoy? poesía de un lindo loco, para entretenerse y por qué no, reflexionar (unos segunditos)

Adiós!

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